¿Es el Consenso el Peor Enemigo de las Grandes Ideas?
En una sala de la Universidad de Swarthmore, en 1951, se desarrollaba uno de los experimentos más reveladores sobre la naturaleza humana.
Solomon Asch pedía a los participantes que realizaran una tarea simple: identificar cuál de tres líneas coincidía en longitud con una línea de referencia.
La trampa era que todos los participantes, excepto uno, eran actores.
Deliberadamente daban respuestas incorrectas.
El verdadero sujeto del experimento, sentado en penúltimo lugar, se encontraba en una encrucijada: confiar en sus ojos o conformarse con el grupo.
El 37% de los participantes negó la evidencia de sus propios ojos para alinearse con la mayoría.
Pero hubo un momento fascinante: cuando solo una persona más expresaba la respuesta correcta, el porcentaje de conformidad caía drásticamente.
EL PRECIO DE LA CONFORMIDAD
La trampa del consenso es uno de los mayores asesinos silenciosos en los negocios.
Nos hace confundir acuerdo con acierto, armonía con progreso.
Reed Hastings lo entendió cuando escribió el famoso manifiesto cultural de Netflix:
No buscamos consenso, buscamos la mejor idea.
Era una declaración radical en un mundo corporativo obsesionado con el «trabajo en equipo» y las «decisiones conjuntas».
Cuando Airbnb propuso que la gente alquilara sus casas a extraños, el consenso del mercado era claro: nadie lo haría. Los expertos, los inversores, el sentido común… todos estaban de acuerdo.
Todos estaban equivocados.
Southwest Airlines se construyó desafiando cada consenso de la industria aérea: sin asientos asignados, sin diferentes clases, sin conexiones con otras aerolíneas.
El consenso decía que fracasarían.
Hoy son la aerolínea más rentable de la historia.
LA SABIDURÍA DEL DISENSO
El problema no es el consenso en sí, sino su búsqueda activa.
Cuando convertimos el acuerdo en objetivo, sacrificamos la innovación en el altar de la armonía.
Las grandes ideas no nacen del consenso.
Nacen del disenso constructivo, de la fricción creativa, del coraje de una voz que se atreve a decir: «Veo algo diferente».
La verdadera innovación requiere la voluntad de estar incómodo, de ser el único que ve una línea diferente en el experimento.
Como dijo el arquitecto Daniel Libeskind:
El consenso es el enemigo de la arquitectura.
El consenso puede sofocar la creatividad y limitar la innovación. Podríamos decir lo mismo de cualquier empresa creativa.
La próxima vez que todos en la sala asientan con la cabeza, pregúntate:
¿Estamos llegando a la mejor decisión,
o solo estamos evitando el conflicto? –